El Ayuntamiento de la Villa de San Juan de la Rambla, junto a la asociación cultural Martín Rodríguez, rindieron homenaje el pasado fin de semana a los zapateros que hicieron que en las primeras décadas del siglo XX San Juan de la Rambla fuera reconocida en toda la Isla por la calidad del calzado que fabricaban los más de 20 profesionales que se concentraban en un municipio que no superaba los mil habitantes, prescriptores de una labor que creó escuela y sirvió de sustento a la mayor parte de los rambleros de la época. Tal era el reconocimiento de los zapateros, que el poeta Pedro García Cabrera en su obra “Vuelta a la Isla”, usó esta profesión como eje central del poema dedicado al municipio.
El acto homenaje sirvió para recordar la memoria de los zapateros rambleros y descubrió un monumento diseñado por el escultor Moisés Afonso, que desde este momento estará presente en la Calle Estrecha, en pleno Casco como recuerdo a tan noble labor. Presidida en la parte superior por la representación de dos botas en acero cortén sobre un gran bloque de piedra, una placa central de mármol recoge los primeros versos del poema de Pedro García Cabrera: “Me fui a San Juan de la Rambla para hacerme a la medida unos zapatos a prueba de malpaíses y ortigas”.
“Con un calzado que se exportaba dentro y fuera de Tenerife y con el impulso económico que generaban las dos fábricas de las famosas alpargatas rambleras, la Villa fue antes, durante y después de la Guerra Civil, la villa de los zapateros”, expuso la alcaldesa Fidela Velázquez durante el acto. “Es justo que no se olvide la memoria de quienes, con su esforzaba labor, lucharon contra viento y marea para crear industria, logrando ser referencia en épocas en las que el comercio era una heroicidad”.
Ángel Martín Falcón, de la asociación cultural Martín Rodríguez, aprovechó su intervención para recordar la figura de su padre, un afamado zapatero que “durante años transmitió el respeto al trabajo y el compromiso para con los clientes. Junto a él los jóvenes de entonces nos reuníamos en la zapatería para las famosas tertulias diarias, excepto los lunes, que eran sagrados porque no había labor, era el día de descanso”.
Los zapateros vivieron su época gloriosa durante las décadas entre los 30 y 50 del siglo XX, dedicando la producción en su mayoría a calzados de vestir y de labor, uno de cuero y suela, y otro de piel especial con planta de goma de las ruedas de los camiones, para trabajar en las plataneras y campo, en general. En los años 80, con la llegada de la importación, el cambio de modelo comercial, la emigración o el incipiente boom del Turismo, la profesión fue desapareciendo de manera gradual.