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Tenerife a una

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Artículo de opinión de Oscar Izquierdo, presidente de FEPECO

Llevamos muchos años, décadas, pidiendo, por activa y pasiva, que nuestra isla cuente con las infraestructuras básicas y estructurales que necesita, demanda y urge. Por unos motivos u otros, no se han conseguido, difícil implementarlas. Los que han tenido responsabilidades quizás no han querido, vaya usted a saber el motivo. Enfrentamientos políticos, donde cada partido, ha antepuesto sus prioridades, pensando más en los réditos electorales que en el beneficio del conjunto.

Responsables públicos que, en su vanagloria personal, han actuado interesadamente, con vistas a que en el presente o futuro, se le ponga el nombre de una calle, una plaza o un campo de futbol. Los noistas de siempre, esos ecologistas disfrazados detrás de intereses oscuros y más bien folklóricos, que con su negacionismo, pretenden parar absolutamente todo.

La mayoría de los representantes económicos o sociales que, con su silencio, vergonzoso en muchos casos, se han escondido y continúan haciéndolo, debido a la servidumbre que tiene recibir subvenciones, porque no se puede morder al dueño que te da de comer. La falta de conciencia insular, donde prevalece un localismo trasnochado, que divide, resta y no aporta. Las celotipias, que recordamos, son celos enfermizos por lo que hacen otros, que provocan maledicencias hacia los que tienen la gallardía de hablar, hacer y dar la cara. Este conjunto de variables, reunidas todas en un potaje canario, de lo más variado, pero de escaso gusto, es lo que ha llevado a nuestra isla a la precariedad que padece.

Al contrario de lo que sucede en el resto del Archipiélago, donde las planificaciones se elaboran, proyectan, licitan, ejecutan y al final se disfrutan, aquí las pegas aparecen por todos lados, es como el ejército del mexicano Pancho Villa, donde cada cual disparaba para un sitio diferente e incluso contra sus propios miembros. La historia se repite incesantemente, cada vez que hay que construir algo, salen los escarabajos y no me estoy refiriendo sólo a los insectos del orden de los coleópteros, sino también, a los listillos de siempre, que los conocemos con nombres y apellidos, que pululan en entidades varias, poniendo pegas, con el fin de intentar imponer sus propuestas, proyectos e iniciativas, sobre todas las demás.

De esta manera, se abre, un estéril debate sobre la oportunidad de hacer o no hacer, que unas veces es privado, otro público y la mayoría solapado. ¿Qué sucede a continuación?, pues que Tenerife sea la isla, por excelencia, de la disputa permanente, la polémica frentista, la discusión desagradable y la controversia paralizante. Todo lo cual, lo que origina, es perder el tiempo en bagatelas, no producir, ni ejecutar las obras publicas. Un ejemplo, muy ilustrativo, es que cada vez que se habla de la movilidad, cuando ya está todo más que planificado y estudiado, desde hace mucho tiempo, sabiendo perfectamente lo que hay que emprender en la isla de manera prioritaria, aparece alguno o alguna, que presenta una novedad, que sólo lleva implícito, un enfermizo protagonismo personal o prurito profesional, que de eso, si nos sobra mucho en nuestra isla, teniendo para regalar a granel.

La eminente intelectual, filósofa y ensayista española Maria Zambrano, dejó escrito lo siguiente, “el que obtiene la unidad, lo obtiene todo.” Pues ahí tenemos la consigna perfecta, para sacar adelante las potencialidades que tiene Tenerife. Exige un ejercicio de humildad personal, percepción colectiva, pensamiento plural y sobre todo, aprender a ceder, es decir, llegar a un entendimiento global, teniendo como meta irrenunciable, poner a nuestra isla en el lugar de liderazgo económico y social que le corresponde.

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