Artículo de opinión de Oscar Izquierdo, presidente de FEPECO
El título del artículo puede considerarse la mejor definición y desde luego, más acertada característica de nuestra isla, por lo menos, desde hace ya casi cuatro décadas. Sin exagerar, es tristemente la más conocida, identificatoria, verdadera. Siendo precisamente el problema más grave que soportamos, porque tiene repercusiones por todos lados, nunca mejor dicho, porque afecta a la total geografía insular, así como, por las ramificaciones directas e indirectas, en muchos ámbitos de nuestra existencia cotidiana.
Es un sufrimiento diario personal, incluso, es más, familiar, con sus tremendas repercusiones psicosomáticas, unido, a que distorsiona una actividad económica normalizada, porque las inversiones empresariales, no pueden desenvolverse, con la rapidez que exige un sistema productivo moderno y eficiente, ya que están literalmente paradas, encima del asfalto, en los atascos. Por otro lado, nos encontramos con un territorio desvertebrado, sin consistencia estructural y menos organizativa, con una evidente falta de cohesión social, económica o territorial.
Ya está bien, porque son muchos años de paciencia infinita, tener que aguantar promesas incumplidas; proyectos imaginarios de ciencia ficción en alguna cabeza pensante; ruedas de prensa redundantes; eventos más que propagandísticos podríamos llamarlos folclóricos; propuestas a futuro, que nunca llegan; presentación de infografías que no pasan de ser preciosas o experimentos gaseosos fracasados. Frente a todo lo mencionado, que no sirve absolutamente para nada, bueno, para perder el tiempo vale demasiado, sólo hay una solución viable, licitar y ejecutar obra pública de carreteras en la isla, para aliviar el colapso circulatorio, unir y acabar con la congestión, que no la quita un simple paracetamol con agua, como algunos pretenden, simulando ser médicos de un centro de salud. Lo que no sabemos es si conscientemente, que sería gravísimo si fuera el caso o por falta de entendederas, más entendible e incluso comprensible, porque quien no da para más, sólo puede dar menos, ya que de todo hay y abunda en nuestra tierra, especialmente sueldólogos, que necesitan vivir del erario.
Tenerife, parece que engloba a tres comunidades autónomas diferentes, norte, metropolitana y sur, que se dan la espalda, no porque quieran, ni tengan desavenencias algunas, sino porque les falta la unidad viaria oportuna, necesaria y suficiente, que posibilite una movilidad, cierta, rápida, sostenible, las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año. Vivimos en una isla, acotada por el mar, que ya nos distancia exteriormente y encima, tenemos que sobrellevar, sin conformarse de ninguna manera, esta artificial división interior, por falta de una gestión operativa y por supuesto, menos resolutiva, tanto de los políticos, como de los técnicos responsables. Dicho esto, sin generalizar, porque aquí nos conocemos todos, tanto para lo bueno, como para lo malo y cada cual, con su partido político correspondiente, que ponga los nombres de los estorbadores, egocéntricos y vanidosos, que saben y sabemos bien quienes son, empeñados en sacar adelante lo suyo, ya sea proyecto o idea, olvidándose del conjunto y del amor a la isla, anteponiendo lo individual o subjetivo de una manera torticera para obstaculizar.
Políticos buenos, excelentes profesionales y experimentados técnicos, los hay, otra cosa es que les dejen trabajar, pura utopía. Porque no se trata sólo de cobrar a fin de mes, sino en contraprestación, solucionar los problemas que existen que, para eso, entre otras cuestiones, es la política y está la Administración Pública, por cierto, las dos fallidas en Tenerife.
Aquí vivimos en un mundo al revés, donde se habla mucho y no se hace nada, lo contrario a lo que debería ser. El servicio público, como gobernanza más que ideal, ordinaria, no existe, que aprendan de Gran Canaria.