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Roberto Torres: “Cuadernos Escénicos vuelve a abrirse al mundo”

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El director artístico del festival se congratula por recuperar compañías internacionales y por volver a una edición “totalmente normal” después del COVID. Además, Torres destaca la apuesta por la diversidad funcional con tres piezas en esta undécima edición

¿Cuáles son las principales novedades para esta edición?

No siento que sea un año de novedades. Vamos a recuperar el espacio del antiguo convento de San Francisco, un lugar que da opción a propuestas que no son tanto para calle como para espacios no convencionales. El convento te genera otro ambiente, en la calle te puede aparecer cualquiera como público, pero el que se acerca al convento es otra cosa. Va buscando la danza. 

– Después de que un evento cumple diez años, una cifra redonda para su consolidación, ¿se entra en una nueva etapa?

Después de los diez años puede pasar que te duermas en los laureles y pienses que las cosas van a ir solas y no es así. Todo este mundo es muy frágil, no es vital para la existencia. De alguna forma, para mí lo mejor es que no hay limitación de aforo. Va a ser una edición totalmente normal, aunque la gente todavía tiene que coger confianza.

En ese sentido, vuelve Cuadernos en ruta en la localización que queríamos el año pasado que nos fue imposible. Además, este año dentro de las compañías de la red Acieloabierto es la primera vez que actúa un sexteto. Es un reto.

– Además de este sexteto, ¿cuántas compañías vienen de la red?

De la red este año vienen cinco compañías. Está esta apuesta por apoyar a una compañía que ha decidido hacer un sexteto, algo que pocas veces se presenta a la red. No solo lo apoya Cuadernos Escénicos, sino también la propia red. Creo que es un valor añadido el hecho de poder apoyar iniciativas de más riesgo. Fue una decisión casi unánime porque dijimos: “vamos a hacer un esfuerzo porque en la calle no haya solo proyectos de uno o dos bailarines, sino vamos a apoyar a un grupo”.

– La diversidad funcional siempre ha estado presente, ¿cuál es la apuesta en este ámbito en esta edición?

Pues hemos apostado por la diversidad más que ningún otro año. Estará Vanesa Aibar, que ya participó el año pasado, pero en otro registro: en la diversidad. Viene acompañada por Helliot Baeza, un bailarín con síndrome de Down que es impresionante. También se trabajará con el Centro Ocupacional Isla Baja de Buenavista del Norte y una pieza con lenguaje de signos.

Es el año que más hemos apostado por este ámbito y creando esta idea de diversidad, pero no de diversidad en cuando a discapacidad sino en cuanto a abrirnos… creo que si todos nos miráramos tendríamos todos una diversidad. Es abordarlo desde diferentes sitios. Este año tenemos tres piezas de diversidad, recuperando el trabajo con el Centro Ocupacional Isla Baja de Buenavista del Norte, un municipio que apuesta por la diversidad no en nuestro festival, sino que es un proyecto de continuidad que tiene el propio municipio.

– Por otro lado, se trabaja bastante con los vecinos del municipio…

Sí, el festival empezó haciéndose en Garachico. Lo extendimos a Guía de Isora y Buenavista del Norte. Queremos que la gente de los municipios participe, que haga suyo el festival y que parte del festival tuviera que ver con la participación de la danza desde los cuerpos de las personas del lugar. Esto por primera vez pasará en los tres municipios: trabajamos con un grupo de jóvenes de Guía de Isora, con mayores y más niños en Garachico y en Buenavista del Norte con el Centro Ocupacional Isla Baja.

Para mí esta iniciativa es importante, el hecho de que la danza no sea un lugar que te vienen a mostrar desde fuera, sino que desde dentro también surgen ideas e iniciativas. Es un doble valor: bailar y crear desde el pueblo. Me parece un acierto porque al final todo ese trabajo de continuidad hace que la danza no sea algo ajeno, que se trabaja de forma efímera, sino que se trabaja durante todo el año. Se busca potenciar la danza que ya hay.

– ¿Qué tienes que decir sobre Marianela Boán? Estará impartiendo el taller coreográfico en esta edición.

Estamos hablando de una de las coreógrafas más importantes de América. Es un histórico, una mujer que tiene una trayectoria muy extensa. La gente no se ha dado cuenta de la dimensión de la persona, aunque ya en el festival hemos tenido a Daniel Abreu, Carmen Werner… realmente es alucinante la calidad de la gente invitada.

Aprender de Marianela Boán es como aprender de una gran maestra. Es una mujer que, en su momento, dentro de la danza cubana, empezó a hablar de cosas que no se podían hablar y se tuvo que marchar a Estados Unidos. Para mí es un libro de la danza y de un país con una trascendencia con la danza como pocos como lo es Cuba. No te puedes olvidar de la danza y la música sin hablar de Cuba.

Tengo mucha curiosidad por saber qué va a pasar con el taller, sobre todo porque hay un material humano muy diverso. Algo que le encanta porque quiere aceptar las personas y los cuerpos que lleguen.

Está la idea de que lo interesante es el resultado que dé el taller, pero lo más interesante para la gente que lo haga es la experiencia de ver cómo una coreógrafa monta, cómo entiende la escena, cómo va creando algo en tan poco tiempo: tú para montar una pieza de danza de una hora, realmente son tres meses y esto es como una cosa intensa y muy exprés y que al final es efímera porque se va a quedar en los cuerpos que se han animado a hacerlo.

– Volver a la normalidad significa recuperar la internacionalidad del festival. ¿Cuántas compañías internacionales hay este 2022?

Es un aspecto que tendió a desaparecer con el COVID en estos dos últimos años. Pero este año tenemos una compañía de Italia, otra de Hungría y la presencia de Cuba gracias a Marianela Boán. Ha sido otra vez volver a abrirnos al mundo, poder crear vínculos con otros lugares y que se hable de Garachico en otros foros.

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