Recomenzar

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Artículo de opinión de Oscar Izquierdo, presidente de FEPECO

Cuando llegan los primeros días del mes de septiembre, reanudamos ya cierta rutina, haciendo las cosas por mera práctica, de manera más o menos automática, como de costumbre solemos comportarnos, después del paréntesis vacacional. Recomenzamos el trabajo y las actividades varias en las que se ocupa cada cual. Los motores empiezan a calentarse para funcionar a pleno rendimiento. En muchas ocasiones cuesta, en otras, se está ansioso por seguir con lo que dejamos aparcado, provisionalmente. Volvemos a la cotidianidad, con todas las circunstancias que cada persona arrastra o le rodea. Es un buen momento, para hacer propósitos sinceros, con ganas de cumplirnos, como si fueran una promesa, que no puede dejar de realizarse.

Julio Cortázar, escritor, profesor y traductor argentino, dejó escrito que “nada está perdido, si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”. Esa es la disposición para asumir como propia. Es el valor de levantarse, de emprender con ganas, de conseguir objetivos, que no tienen que ser grandiosos en sí mismos, pero si sustanciales para cada uno y para la sociedad en conjunto.

Los proyectos individuales, colectivos, laborales, familiares, sociales, políticos o económicos, deben tener orden, es decir, fecha de cumplimiento preciso, unos detrás de otros, que exigen esfuerzo, que siempre es un aliciente para ejecutarlos. También, hay que contar con los impedimentos que surjan, es más, con los fracasos que, por lo general, son la antesala de futuros éxitos, porque se aprende mucho de las caídas, tropiezos, enredos, que hay que desatar para volver a principiar.

Los impedimentos, mas que un freno son un acicate, que posibilita elevar la producción y mejorar los rendimientos, poniendo en funcionamiento lo que se encuentra detenido o repercutido por ellos. Nada nos debe frenar, a la hora de ponerse en marcha y hacer, en el sentido literal de la palabra, es decir, producir algo, darle el primer ser, fabricar, ejecutar, poniendo por obra una acción o trabajo.

Incentivar, estimulando para que aumente o mejore, lo que tenemos entre manos, por ejemplo, la creación de empleo, que como siempre repetimos y nunca nos cansaremos de recordar, es la mejor política social que se ha inventado. Tanto por la dignidad personal que engendra, como por la posibilidad cierta, de contar con los medios económicos suficientes para una subsistencia digna.  Otra cosa, es querer que los ciudadanos más vulnerables vivan sólo del subsidio de Papá Estado, en cualquier nivel territorial, que es la tapadera para el voto cautivo. Una verdadera estafa política, que significa el engaño o abuso de confianza, como medio de ganarse la simpatía y obediencia de los que reciben esas dádivas, que al final pagamos todos con nuestros impuestos. Así no se progresa, se empobrece.

Prioridad, como precedencia de lo que hay que hacer primero. Teniendo criterios, junto a una planificación, que sean posibles a la hora de ejecutarlos. Porque hacer proyectos, para que se queden sólo en los estudios, análisis y presentaciones rimbombantes, no sirve absolutamente para nada, al contrario, crea desconfianza. Además, las prioridades tienen que ser consensuadas, habladas, no pueden imponerse, porque dejarán de ser imprescindibles, para convertirse en fuente de discrepancias o enfrentamientos que las retrasarán sine die, enfrascadas en debates estériles.

Comienza el nuevo curso, otra vez, como ha sido en años anteriores, pero el actual, tiene la novedad de ser el que nos toca respirar ahora. No me resisto a citar lo que dijo Martin Luther King “la fe es dar el primer paso, incluso cuando todavía no se ve toda la escalera”. La confianza, sin duda, arrastra para triunfar.

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