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Por un periodismo de calidad

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Artículo de opinión de Salvador García Llanos. Periodista. Presidente de la Asociación de la Prensa de Tenerife

Hoy, 3 de mayo, se conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa. ¿Hay que insistir en su defensa? Pues sí. La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) lo hace esta vez, en plena pandemia de la COVID-19, instando a las instituciones y a los actores políticos (principalmente, los partidos), “a poner fin a las obstrucciones y presiones que sufre esa libertad”. Al mismo tiempo, promueve un compromiso para la defensa y protección del periodismo, sobre todo teniendo en cuenta que, dadas las circunstancias que concurren, la función de los informadores y profesionales se ha convertido “en un bien público esencial para garantizar el derecho de los ciudadanos a la información veraz que reclama nuestra Constitución”.

Hechos recientes prueban que hoy se necesita más libertad de prensa que nunca. En efecto, se ha constatado un notorio incremento de las restricciones al libre ejercicio del periodismo, concretadas en vetos a medios y reporteros, ruedas de prensa limitadas, prohibición de cubrir convocatorias de interés general, amenazas de cierres de medios públicos o privados, ataques a periodistas e intentos judiciales de vulnerar el derecho al secreto profesional.

También es verdad que algunas quejas o críticas sobre las restricciones a la libertad de prensa colisionan con opiniones que circulan impunemente en redes, tertulias y programas. El empleo de expresiones insultantes, injuriosas o descalificaciones –cuando no de falacias y difamaciones– serviría para acreditar lo contrario. No es que salga gratis descalificar de forma insolente a cargos públicos y representantes institucionales, sino que ello constituye una auténtica falta de respeto que significa un flagrante incumplimiento de principios deontológicos.

La FAPE, en efecto, admite que la libertad de prensa viene padeciendo la ofensiva de la desinformación y de los bulos, incrementados con motivo de la pandemia hasta niveles que, incluso, cuesta creer. La organización es contundente en señalar que “los promotores de la desinformación y los que participan en esta estrategia persiguen aumentar el miedo y la incertidumbre para minar nuestro sistema democrático”.

Y ese es el genuino riesgo, el verdadero peligro. Cuando todas esas prácticas, cuando ese estilo se pone al servicio de causas espurias, es el sistema lo que está en peligro, porque mina la convivencia y porque termina degenerando, haciendo creer que todo se puede decir y todo se puede hacer… porque no pasa nada. El rechazo hacia muchos comportamientos políticos, la subcultura de amplios sectores sociales y el caldo de cultivo que para los populismos y los dogmatismos suponen el malestar y las carencias inmediatas, son causas coadyuvantes a una sensible distorsión de la realidad y de los comportamientos. Desgraciadamente, se ponen a prueba las debilidades o las flaquezas de la democracia y hasta de las reglas elementales de civismo.

Pero pese a ello, se necesita más libertad de prensa que nunca. Hay que perseverar -incluso haciendo un exhaustivo ejercicio de pedagogía- en los compromisos básicos del oficio: la búsqueda de la verdad, con independencia, rigor, honestidad y lealtad a los ciudadanos y a los consumidores de la información.

Por eso, la organización que agrupa a los periodistas españoles es tajante a la hora de señalar que la respuesta “tiene que ser el periodismo de calidad, es decir, el que difunde la información veraz, verificada, contrastada con fuentes fiables, plural y respetuosa del código deontológico que los ciudadanos demandan para formar su propia opinión y tomar decisiones libremente”.

Y es que una sociedad desinformada y manipulada será siempre una sociedad sumisa.

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