Artículo de opinión de Oscar Izquierdo, presidente de FEPECO
Hasta aquí hemos llegado, no podemos seguir igual como si no pasara nada. La tesitura es tan catastrófica, que necesita medidas urgentes que pongan alguna solución al desmadre de una Función Pública carente de eficacia gestora.
Claramente no sirve, es más, sólo es buena para molestar. Estorbadora, más que ayudadora. Lenta hasta la impaciencia. Incumplidora de los plazos de resolución de expedientes o licencias como norma de conducta habitual, sin ninguna responsabilidad por los retrasos, sin que nadie asuma obligaciones o alguna inhabilitación, dando mal ejemplo a los ciudadanos o empresas, a los cuales, por el contrario, son muy expeditos al exigir los tiempos establecidos por la Normativa vigente para pagar impuestos, con los que se nutren los buenos y seguros sueldos de los que no terminan nada o dejan caducar papeleos, certificaciones, documentación, recursos, informes y demás andanzas.
Definida como como aquella actividad que realiza la Administración para poder alcanzar sus objetivos o también la que desarrolla de manera directa o delegada, con el objeto de cumplir su fin último: el interés general, es una aberración o si se quiere suavizar el termino perversión de lo que debería ser un servicio público eficaz.
Los empresarios y en particular, los promotores y constructores y todo el amplio abanico de actividades que comprende el sector de la construcción, estamos verdaderamente hartos, extremadamente cansados y ciertamente indignados, con lo que tenemos que enfrentarnos día tras día, pero nunca vencidos porque no lo conseguirán jamás.
Es una verdadera batalla de ver quien aguanta más, si la supervivencia de la empresa, con el esfuerzo titánico del empresario o empresaria para mantenerla viva, con el empleo y la riqueza social que engendra o la torpeza demostrada por una Administración Pública que no tiene como mínimo vergüenza, ni ritmo y menos ganas de trajinar.
Hay una frase que lo resume todo de manera elocuente, “la burocracia es el arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil”. Las generalizaciones siempre son erróneas, porque no todos son iguales, pero si es cierto que los defectos, malas praxis, el trabajo calmoso, pausado y sosegado, es una característica más que generalizada, habitual y heredada, que se prolonga en el tiempo, porque el que se mueve no sale en la foto o encuentra la incomprensión de los compañeros, es decir, que no se arrime mucho el hombro, porque puede cundir el ejemplo y entonces habría que trabajar con productividad.
Mientras tanto, los responsables públicos, también víctimas de primer orden de lo que padecemos en el tejido empresarial y la ciudadanía en general, dicen que no pueden hacer nada, que al final o al principio, da lo mismo desde la perspectiva en que se vea, tienen las manos atadas y todo depende de la firma correspondiente del empleado público que da su aquiescencia o su negativa, porque actuar de otra manera sería prevaricación. Se quedan en la queja y no pasan de ahí, como si el problema de la mala gestión no les incumbiera, haciéndose entonces corresponsables.
También hay políticos, que mirando para otro lado o cerrando los ojos para no ver lo que verdaderamente está pasando, deja correr el tiempo para perderlo y llegar a las próximas elecciones sin complicaciones, al fin y al cabo, si está ocupando un cargo público, ya tiene asegurado el salario, a partir de ahí, que más le da solucionar los problemas de los demás, si ya tiene resulto el propio y el de su familia. Aquí va muy bien la frase de Paulo Coelho, “cuando un político dice que acabará con la pobreza, se refiere a la suya”.