Las bazas culturales de Icod

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Francisco León

Ignoro como se ha desenvuelto el exalcalde de Icod de los Vinos, Francis González, en otros aspectos políticos, pero, desde luego, en lo que tiene que ver con la cultura municipal, el resumen de su gestión deja mucho que desear; empezando por el nombramiento de su concejala de cultura, una persona privada de todo tipo de conocimientos culturales, ausente de su cargo y sin capacidades reales de gestión.

Sinceramente, cuando Francis tomó las riendas del gobierno local en junio de 2015, especulé con la posibilidad (ahora veo que infundada) de que aún era posible generar en nuestro municipio los cambios que, en lo cultural, todos con tanta ilusión esperábamos. Fui presa de un espejismo: pensé que un hombre joven y abierto como él permitiría por fin que se le asesorara para, entre todos, encaminar culturalmente Icod de los Vinos. Dejarse asesorar requiere mucha humildad y mucha inteligencia. La política de Francis González, al menos en el terreno de la cultura, fue desde el principio la política del soliloquio y, sobre todo, la política de la intransigencia.

No solo se reveló como una persona infructuosamente testaruda e impermeable a las recomendaciones, pues en realidad sus carencias iban más allá. Su principal defecto residió siempre en que no supo hacer política cultural extra-municipal, en todos los sentidos. No consiguió jamás espolear con sus proyectos a las administraciones superiores, ocupadas por su propio partido, tal vez  porque tampoco supo formalizar proyectos oportunos que aspirarán a tener presencia duradera en la cultura insular.

El primer paso que dio Francis para «favorecer» la cultura de Icod no fue otro que desmantelar el Museo Emeterio, que se había reubicado (¡definitivamente!) en la Biblioteca Municipal gracias a un convenio económico con el Cabildo de Tenerife. El día que por su cuenta y riesgo decidió acabar de un plumazo con el Museo Emeterio comprendí que no solo ignoraba la historia y los logros de ese Museo (en el que tanta ilusión y esfuerzo depositamos), sino que además, con aquel gesto, impropio de quien se anunciaba como valedor de Icod, evidenciaba un desprecio increíble por la memoria cultural de nuestro municipio y sus valores más específicos y distintivos. Sentí aquello como una traición en toda regla.

Fue, para mí, uno de los días más tristes de cuantos he vivido en Icod. (Pues, en verdad, resultó una experiencia dolorosa contemplar a todo un alcalde, un hombre joven, actuar con tanta arrogancia y menosprecio.) Lo voy a decir de una manera simple y clara: lo único diferencial, característico y profundo que Icod ha entregado a la cultura viva de Tenerife, de Canarias, fue la fase de actividades de reflexión y creación que desarrolló el Museo Emeterio entre los años 2002 y 2010. En cambio, la escasa cultura que Icod ha producido en los últimos tiempos (con la excepción del festival de teatro, aún, incomprensiblemente, en estado incipiente) no es más que repetición de lo mismo o copia de la copia. La enésima feria repetida en mil sitios, la machacona charada de las romerías, el pasacalles continuo y vacío de contenido. Visto desde fuera, desde Garachico, por ejemplo, el panorama cultural de Icod resulta deprimente, pero no únicamente por su escasez o anemia, sino porque, aún teniendo especificidades, no ha logrado ofrecer algo verdaderamente propio, experimental, creativo, abierto al futuro.

Otro de los empeños personalistas del exalcalde Francis González, característico de su rigidez mental, fue la creación de una exposición sobre la figura del escultor noruego Arnold Haukeland, que vivió en Icod a principios de los ochenta. Tuve la suerte de pertenecer al equipo de montaje de dicha exposición, de modo que conozco bien lo que voy a decir. Para empezar, la exposición sobre Haukeland se concibió como una exposición temporal, y de hecho ese fue el acuerdo al que se llegó con las personas e instituciones que donaron algunas de las piezas que hoy pueden contemplarse en la Casa de los Cáceres. La exposición no debía prolongarse por más de tres meses, sin embargo, el exalcalde, haciendo oídos sordos a todo lo que se le recomendó, según ha sido su costumbre, decidió por sus santas narices convertirla en exposición permanente. Es decir, que por decisión exclusiva del Francis González, el Ayuntamiento de Icod mantiene hoy por hoy raptados objetos y obras de arte que pertenecen a terceras personas e instituciones. Aún hoy, varios vecinos de Icod, la asociación de artistas noruegos actuales, propietarios de la Casa Randi en San Antonio, TEA (Tenerife Espacio de las Artes), el comisario Lars Petter Amundsen y la artista Karina Beltrán continúan esperando a que el Ayuntamiento les devuelva los préstamos temporales que concedieron para que la exposición sobre Haukeland tuviera lugar.

Las corrientes museísticas actuales han dejado claro, desde hace ya muchos años, que las denominadas «exposiciones permanentes» constituyen un concepto completamente anticuado y poco eficiente, en especial si hablamos de museos municipales y de pequeñas poblaciones. En estos lugares se debe «abrir» la colección a los cambios del mundo y plantear los espacios en que éstas se ubican no como lugares muertos e intocables en cuyo interior nada cambia, sino como ámbitos vivos, transformativos, en diálogo continuo con la población. Espacios en los que la actividad principal sea el desarrollo visible de la práctica creadora y en los que el público pueda asistir directamente, en vivo, al fenómeno de la acción y la reflexión culturales. Salas moribundas y tristes como las dedicadas a Sureda o Haukeland en la Casa de Cáceres no solo carecen de sentido por ser una idea del siglo xviii, sino que además son inoperantes cultural y, sobre todo, socialmente. Estas salas deben combinar las prácticas expositivas con prácticas activas de incentivación cultural. No fue otro el proyecto que desarrollábamos en el Museo Emeterio en la época en que el concejal de cultura de entonces, Jesús Rolo, decidió confiar en sus asesores y técnicos culturales. Confiar y delegar sin complejos en los expertos. Esa es la clave.

Desde mi punto de vista, son dos bazas culturales las que posee Icod, dos bazas específicas, únicas y sobresalientes: el Festival de Teatro Máscara y la reactivación de las actividades culturales del Museo Emeterio. Son dos bazas situadas en el espectro de la cultura del conocimiento, en el espectro de la cultura crítica y duradera. Estoy convencido de que, con el tiempo, con los adecuados apoyos institucionales y una apuesta decidida y meditada por parte del Ayuntamiento, serán estos los dos mejores regalos que Icod puede ofrecer a la cultura de Tenerife, y tal vez, a Canarias. Son esas las bazas que pueden resituarnos en el mapa insular de la cultura. Únicamente se necesita el compromiso y la valentía de políticos inteligentes, respetuosos y despiertos.

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