El magma bajo Tenerife se evidencia con un enjambre de microsismos en el Teide

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La continua sismicidad registrada en los alrededores del Teide puede estar relacionada con la cámara magmática «somera» de poca actividad ubicada bajo el volcán, aproximadamente a un kilómetro de profundidad bajo el nivel del mar. Al menos esa es una de las teorías que barajan los investigadores del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que tampoco descartan que pueda estar relacionada con la existencia de un underplating bajo la isla, esto es «que bajo la corteza haya material fundido acumulándose» de manera periódica. Una teoría que tiene que ver con la existencia de un punto caliente en la parte del manto donde se sitúan las islas más activas volcánicamente como Tenerife, La Palma y El Hierro, y que, al calentar el manto -un proceso que puede tardar cientos de años- lo funde produciendo magma, el cual deforma la corteza generando terremotos en su ascenso hasta una posible erupción volcánica. En todo caso, como resalta, el investigador del IGN, Itahiza Domínguez, podrían estar provocadas tanto por magma como «por otras causas».

Siguiendo la tendencia de los últimos tres años, la zona del Teide y sus alrededores ha registrado un centenar de terremotos en poco más de dos meses de 2020. Concretamente, según la red de vigilancia vulcanológica del Instituto Geográfico Nacional (IGN), en enero se registraron un total de 82 pequeños terremotos y en lo que va de febrero ya han sido un poco más de una veintena de microsismos los que se han ubicado en la zona. El último se registró en la madrugada del lunes, a tres metros de profundidad y con magnitud 0,1 mbLg en La Guancha.

Así lo informó el Instituto Geográfico Nacional (IGN) en su balance mensual sobre la actividad volcánica de Canarias, en el que señala que en el mes se han localizado 175 terremotos en todo el Archipiélago que, por otro lado, no han sido sentidos en absoluto por la población. Esto quiere decir que casi la mitad de los movimientos sísmicos que han ocurrido en el primer mes del año lo han hecho en las zonas próximas a Vilaflor, Teide-Pico Viejo, Guía de Isora y Los Realejos pero con movimientos que no superaron magnitudes de 1,7 mbLg. Una situación que, por otro lado, lleva poco más de dos años registrándose en la zona. Algo que también tiene relación con la ampliación de la red sísmica en la zona en 2017, así como su mayor sensibilidad a estos eventos.

Según el investigador del IGN, Itahiza Domínguez, doctor en ciencias físicas, esta simicidad es «esperable» y descarta que pueda estar relacionada con actividad volcánica ya que no se ha registrado ningún otro precursor de una erupción próxima, como la deformación del terreno o variaciones en la geoquímica de los gases que emanan de las fumarolas del Teide o en los estudios que se hacen de las aguas subterráneas.

«Cuando va a haber una erupción, el magma que está bajo la isla tiende a subir y ejercer presión sobre el terreno, deformándolo», explica el investigador que insiste en que, por esta razón, se espera que exista una deformación previa del terreno ante una posible erupción. Sin embargo, al igual que la sismicidad, no siempre una deformación del terreno evidencia una inminente erupción. De ahí que también se midan parámetros químicos como mayor emisión de dióxido de carbono, la presencia de helio-3 en el subsuelo o una mayor acidez en el agua de las galerías.

Sismicidad «especial»

«La actividad sísmica de Tenerife es especial», remarca Domínguez, que explica que es un espacio donde la continua actividad sísmica no es precursor directo de una erupción. En todo caso, como afirmó que esta actividad sea «esperable, no significa que no tengamos que tener un ojo puesto en ella». Asimismo, adelantó que este año se van a ampliar hasta 23 las estaciones sísmicas de la isla (ahora son 19). «Lo normal es que una erupción venga precedida de una actividad varios órdenes de magnitud mayor de la que tenemos hoy en día», insistió el investigador, que recordó que la erupción El Hierro ocurrió tras registrarse 10.000 terremotos en tan solo 3 meses. Al estar en una isla volcánica, no se puede descartar que algún día haya una erupción, pero, como señala Domínguez «puede ser dentro de un año o dentro de 100». «Cuanto más tiempo pase más probable será una próxima erupción».

Fuente: El Día

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