Publica el periódico El Día que decía Juan Goytisolo que los políticos consideran la cultura prescindible y no le faltaba razón. Desde hace una década hay que considerarla una actividad postergada, situada al margen de las prioridades, una circunstancia que toma carta de naturaleza cuando se escenifica la ceremonia del reparto del dinero público.
El sector de la cultura, sostenido sobre unas bases frágiles y volátiles de financiación, tratado como el eslabón más débil cuando se trata de aligerar las cuentas públicas, ha venido sufriendo desde 2008 el impacto de los recortes en las cuentas públicas, consecuencia directa de la grave reducción de los ingresos estatales, de las severas medidas de contención del déficit público y la aplicación de unas draconianas políticas de austeridad en el gasto.
Además, en una coyuntura donde la crisis financiera obligó a las cajas de ahorro a reformular sus objetivos, en algunos casos, o a desaparecer literalmente del mapa, en la mayoría, la repercusión por la pérdida de estos sólidos «mecenas» se ha dejado sentir de manera evidente.
El panorama que vive el Archipiélago no se diferencia del que sufren otros territorios del Estado español, aunque el «hecho diferencial» puede venir dado por la circunstancia de que el Cabildo de Tenerife destine al área de Cultura un presupuesto mayor que el asignado por el Ejecutivo regional a este mismo capítulo.
Y lo cierto es que más allá de frases hechas tales como que la cultura influye de forma positiva en el desarrollo de la sociedad o que representa un renglón prioritario para este o aquel Gobierno, los números son los que cantan. De fondo, persiste la idea entre la clase política de que la inversión en este segmento no resulta «rentable» o bien que se hace complejo evaluar cuáles son sus verdaderos beneficios sociales.
Las cuentas de la Corporación insular para el ejercicio 2017 en materia de políticas culturales se cifran en 26 millones de euros, una cantidad que supone el 3,21% sobre el global de 809 millones que gestiona la institución.
Este presupuesto permitirá financiar acciones como el Distrito de las Artes (3 millones), que incluye la Escuela de Creación Escénica; el Plan Insular de Bibliotecas (172.000 euros) o la mejora de infraestructuras culturales (5,9 millones). En este último apartado destacan actuaciones como el Auditorio Municipal de El Sauzal (2 millones); el Centro Cultural de Adeje (500.000 euros); cine de Buenavista (346.000 euros); la segunda fase del Centro Cultural de Playa de San Juan (500.000 euros) o el antiguo empaquetado del municipio de Garachico (150.000).
Por su parte, la consejera regional Mariate Lorenzo se consolaba al presentar el presupuesto del área de Cultura anunciando que crecía en 3,3 millones respecto a los de 2016, un 22%, y por tal razón los consideraba «expansivos».
En realidad, esta cifra representa un raquítico 0,25% sobre los 7.300 millones aprobados por el Ejecutivo regional para el ejercicio 2017, una realidad que ensombrece los beneficios que va a representar para el sector la rebaja del IGIC cultural del 7 al 3%, no solo para los profesionales del sector, sino también para los propios consumidores.
Con todo, el Gobierno de Canarias necesitaría incrementar en alrededor de un 80% las partidas en el capítulo de Cultura para, al menos, recuperar los números previos a los tiempos de crisis.
Y valga como dato complementario de este desolador panorama, el hecho de que el Cabildo de Gran Canaria, con un presupuesto global de 702 millones de euros en el ejercicio 2017, libre tan solo 7 millones (0,99% del total) al departamento de Cultura.
José Luis Rivero: «Factor de desarrollo humano»
El director insular de Cultura subraya que la apuesta de la institución cabildicia en el capítulo de las artes y la cultura se hace visible en la asignación presupuestaria, un gesto que forma parte de una ambiciosa estrategia que se inscribe en la línea que define el programa Tenerife 2030. A partir de unos fundamentos que buscan potenciar y fomentar «la educación y la creatividad», explica Rivero, el Cabildo de Tenerife profundiza en la idea de alumbrar «todo tipo de talentos profesionales» en el propósito de que la sociedad se alimente con «múltiples formas de pensar, con diferentes puntos de vista». A juicio del director insular, «la cultura es un producto rentable» y sostiene esta afirmación no solo por lo que representa este sector desde el análisis de unos resultados puramente económicos (por su participación en el PIB con una cifra de 750 millones de euros y generando unos 17.000 puestos de trabajo), sino en la medida en que procura «herramientas capaces de generar mejores individuos y personas preparadas para afrontar retos». La cultura y el arte representan «un factor de desarrollo humano, profesional y social», subraya José Luis Rivero, que, además, resultan determinantes para generar «otros flujos».