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Artículo de Opinión de Oscar Izquierdo, presidente de FEPECO

Estamos empezando un año trepidante, como todo lo nuevo, con intranquilidad, porque hay muchos acontecimientos a nivel global, estatal, autonómico e insular, que crean expectación o como mínimo tensión. La invasión de Ucrania por parte de Rusia es atroz, todas las guerras son desbastadoras, una vergüenza para la humanidad, que sigue utilizando la fuerza para apropiarse de cualquier tipo de interés personal, político, social, territorial o económico. Todos los países están en un proceso compulsivo de compra de armamento, quitando de sus presupuestos, partidas significativas, para dedicarlas a este asunto y que deberían aplicarse, por el contrario, para asegurar las necesidades primarias de la ciudadanía. Nunca me cansaré de repetir que la mayor injusticia que hay, es que haya gente que pase hambre, sobre todo, cuando se anuncian partidas multimillonarias para el negocio armamentístico. Que acertada la frase del presidente estadounidense John. F Kennedy, “la guerra existirá hasta ese lejano día, en que el objeto de conciencia goce de la misma reputación y prestigio que el guerrero en la actualidad”.

Los estallidos sociales en países con profundas convicciones democráticas, es otro fenómeno preocupante. Revueltas por cualquier materia, que son incapaces de atajar los mecanismos de seguridad, normativos o reglamentarios establecidos por los distintos Estados. El siglo XXI es como una regresión al pasado oscuro y tenebroso, desde el progreso alcanzado, toda una paradoja. Asistimos a la mayoría de edad del frentismo, que no se puede confundir con aquel de la década del 2000, que era un concepto nacionalista, para rechazar la alternativa constitucionalista. Del que escribimos ahora, es la división cortante entre dos partes irreconciliables, donde no cabe el acuerdo, sino la divergencia. La disputa antagónica, sin posibilidad de acercamiento, es la seña de identidad de la política actual, ya no es un servicio público, sino simplemente un campo de batalla ideológico y partidista, donde prima escachar al contrincante. No vale la cesión para llegar a la alianza o posible convenio, no entra dentro de lo políticamente correcto, lo que se avalora es la fuerza bruta, la mediocridad, la tendencia constante a buscar un contrincante contra quien discutir. Aparecen por todas partes, distintas opiniones sobre un mismo tema, que son irreconciliables, lo que precisamente les quita su estimación.

A nivel estatal, también sufrimos esa confrontación persistente, que hace recordar, parece mentira, aquella famosa frase de las “dos Españas”, que deriva en una trasmisión a la opinión pública, de que sólo puede haber vencedores o vencidos. Es una patraña de los políticos que estamos padeciendo, da lo mismo del color que sea, porque cada cual tiene su cuota de irresponsabilidad. Todo vale para llegar al poder, mantenerlo o recuperarlo. Cuando la política se convierte en el único oficio y beneficio que se tiene para sobrevivir, se hace de todo y más, para estar cuatro años en el despacho con moqueta, aire acondicionado, viajes, comidas y coche oficial, a parte del suculento sueldo, sin sumar las dietas.   Los suéldologos son mayoría y precisamente por eso, se empobrece una actividad dignísima como es la política, porque se pierde la mirada hacia los demás, sus problemas, necesidades o angustias y sólo se centran en mantener la poltrona, cuanto más tiempo mejor, para vivir holgadamente a costa del erario.  

Por todo lo dicho, es encomiable, digno de destacar, felicitar y agradecer, al presidente del Cabildo, Pedro Martín y al candidato del Partido Popular, Lope Afonso, el acuerdo al que han llegado los dos partidos políticos que representan, por cierto, en las antípodas ideológicas en este país, para aprobar los presupuestos de la Institución Insular. Sencillamente responsabilidad y aire puro.

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