José Fernando Díaz Medina. Cronista oficial de la ciudad de Icod de los Vinos
La población de Ycod vivió con preocupación la crisis de 1898 (insurrección antiespañola en los territorios de ultramar desde 1895, intervención de Estados Unidos de América con la consecuencia de pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas).
Las noticias que los periódicos iban transmitiendo desde Madrid determinaron la intensificación de los preparativos bélicos. Estos males de la patria alteraron la vida cotidiana icodense. La guerra de Cuba vivida en la población llevó a la consideración de establecer medidas excepcionales.
Naufragado el ministerio de la Guerra, se temían las posibles consecuencias atlánticas del conflicto. Se señala el peligro de la invasión de Estados Unidos a Canarias. Lamentablemente, ha sido necesario, nada menos, que la pérdida de las colonias para valorar la vulnerabilidad militar de la Provincia de Canarias. Quieren los municipios del norte tinerfeño ayudar a la defensa, opinión favorable para la fortificación y aplauso general a esta meritoria iniciativa, alertas ante la expansión yanqui hasta que acabe la incertidumbre del conflicto. En suma, hasta la firma total, irremediable, humillante, vergonzosa sobre la pérdida de las últimas colonias de Ultramar.
El temor tenía fundamento, las impresiones y apreciaciones de los ciudadanos isleños aportaban nuevos indicios para afirmarse en la gravedad del asunto. En la Villa de Ycod, a ocho de abril de mil ochocientos noventa y ocho, reunidos en sesión extraordinaria los señores concejales bajo la presidencia del alcalde don Ambrosio Álvarez y Fajardo, en vista de las trascendentales circunstancias que atraviesa la patria se dispone a adoptar las medidas necesarias para organizar el Batallón Ligero de Voluntarios de Ycod que defienda esta localidad y pueblos comarcanos, así como los demás de la Ysla. En su virtud, y acogida esta idea con loable entusiasmo, tanto por los concejales como el público que en número considerable ocupaba el salón de sesiones del Ayuntamiento, se acordó, entre otras, las consideraciones siguientes:
-Aprobar la organización del citado “Batallón Ligero de Voluntarios de la Villa de Ycod”, que se compondrá de 700 plazas, a más de la plana mayor, cuyo uniforme debe ser de rayadillo. El gobierno local solicita la cesión de recursos para adquirir uniformes, botas y material de infantería.
-Poner a su disposición la Banda de Música municipal, equipada en forma, y además médico, farmacéutico y capellán, por haberse prestado a desempeñar esos cargos del modo más patriótico a los señores don Francisco Montesdeoca, don José Llach y don Basilio Delgado, respectivamente. Para la defensa, el alcalde de la villa hizo meter en el convento bastimentos, bizcocho, carne, vino, aceite, fresqueras de aguardiente, leña, agua, y hasta candelas de cebo.
-Adquirir este municipio el armamento, suministros y municiones de esta fuerza, aunque agote todos sus recursos, y en esta línea solicitar hoy mismo al señor capitán general de esta provincia, a la par que autorizar el referido Batallón de Voluntarios conceda el expresado armamento y municiones suficientes. También, se remita nota de los jefes y oficiales que han de componer la plana mayor, estando en instrucción a cargo de clases y oficiales retirados del Ejército.
A partir de estas decisiones, la Capitanía General del Distrito de Canarias, nombra a don José Díaz Ortega, primer teniente de Voluntarios para instruir militarmente a este Cuerpo. En premio y agradecimiento el municipio le costea el sable, y demás prendas del uniforme con cargo al capítulo de imprevistos. Las mujeres colaboran en toda la causa nacional, se ponen a bordar banderas y bagajes, a preparar vendas, hilas y equipos sanitarios. Y, sobre todo, a rezar y hacer penitencia por el triunfo de las armas españolas. Los reclutas del Batallón comenzaron a hacer ejercicios de tiro al blanco. Armados, no de cañones, sí de fusiles, demostraban ante la curiosidad y perplejidad vecinal que en ellos podía reposar la confianza y autoridad militar. Milicianos, voluntarios que expresaban grata impresión durante sus cortas estancias por pagos, barrios y pueblos del norte (Garachico, Los Silos, El Tanque e Ycod). Renovado espíritu patriótico, voluntad para la lucha, fe en el triunfo. Todo un catálogo de exigencias idealistas como apremiante necesidad social. Y el ir y venir de autoridades y soldados voluntarios aumentaron la inquietud del vecindario que pasaba de la inactividad y el anonadamiento más extraños a una febril confusión social.
Queremos poner en valor el continuo esfuerzo de las familias humildes ante el conflicto bélico. Invitar a reflexionar de manera consciente sobre lo ocurrido, numerosos soldados canarios fueron reclutados para una guerra desigual e innecesaria. Sin embargo, una paradoja que nunca ha dejado de intrigar es el hecho de que después de los años de guerra, la población cubana y sus gobiernos admitiesen la enorme cantidad de inmigrantes canarios que después de la independencia entraron en la Isla Mayor de las Antillas. Esta señal es importante resaltarla, Cuba y Canarias siguieron latiendo en hermandad.
BANDO
El Capitán General de Canarias establece el ESTADO DE GUERRA:
Don Mariano Montero y Cordero, Teniente General de los Ejércitos Nacionales y Capitán General del Distrito de Canarias.
Hago saber:
Que resignando el mando por la autoridad civil, en vista de las graves circunstancias porque el país atraviesa y competentemente autorizado por el Gobierno de Su Majestad.
Decidido a mantener íntegro para la nación el territorio de mi mando, a velar por el mantenimiento del orden y atento a utilizar cuantos recursos y elementos que puedan allegarse en el caso de que este Archipiélago fuese objeto de alguna agresión por parte del enemigo; haciendo uso de las atribuciones que me están conferidas por las Ordenanzas y Leyes posteriores; contando con la enérgica cooperación del Ejército, de la marina y de los leales habitantes de este país, cuyo esfuerzo y patriotismo se ha demostrado en altas ocasiones y respondiendo con todo el vigor de mi deber y de la autoridad que ejerzo al reto que se lanza a la Patria.
Ordeno y mando:
Artículo 1º.- Queda declarado el estado de guerra en esta capital y en toda la provincia de Canarias.
Artículo 2º.- Los delitos contra el orden público y los que afecten a la seguridad del territorio y el mantenimiento de la disciplina en el Ejército, quedarán sujetos al conocimiento de la jurisdicción de Guerra, cualesquiera que sean las personas responsables de ello bajo el concepto de autores cómplices o encubridores y el medio de que se valgan para la ejecución.
Artículo 3º.- Los autores o propagadores de noticias falsas que puedan producir alarma o perturbación y las que importen al secreto de las operaciones, serán considerados como responsables de delitos contra el orden público.
Artículo 4º.- Todo atentado contra las vías de comunicación y especialmente las telegráficas y telefónicas, la cortadura de los hilos conductores de la electricidad y de las cañerías de agua o de sus depósitos, será asimismo reputado como delito contra el orden público o contra las fuerzas militares encargadas del sostenimiento y custodia de aquellos, según los casos.
Artículo 5º.- Lo serán igualmente las maquinaciones para alterar el precio de los artículos de primera necesidad, con el fin de encarecer las subsistencias.
Artículo 6º.- Los infractores, aunque solo lo sean en grado de tentativa, de las disposiciones contenidas en este Bando, serán entregados a los Consejos de guerra, que funcionarán en la forma establecida en el Código de Justicia Militar.
Artículo 7º.- Las Autoridades civiles y los Tribunales ordinarios continuarán en el ejercicio de sus funciones en cuanto no se opongan a lo prescrito en este bando, reservándome no obstante en lo sucesivo la facultad de atraer a mi conocimiento los asuntos criminales de que considere conveniente entender.
Mariano Montero
Santa Cruz de Tenerife, 9 de mayo de 1898